martes, 7 de enero de 2014

Amigos compartiendo piso y pene

Rubén y Sergio son dos amigos de toda la vida, que han dejado el pueblo y se han ido a estudiar a la universidad de la ciudad, con lo que han tenido que alquilarse los dos un pequeño apartamento cerca de su facultad. Ambos chicos han sido amigos íntimos desde muy pequeños, han compartido confidencias y secretos. El de la izquierda de la foto, Rubén, siempre ha sido el más rebelde y el más malote. Solo se preocupa de estar guapo, ir al gimnasio e impresionar a la chicas, que se mueren por sus huesos. Mientras que el chico de la derecha, Sergio, es más tímido y calladito, más preocupado por sacar buenas notas y por jugar al ordenador, además no consigue salir con ninguna chica, por lo que envidia mucho a su mejor amigo. Ellos dos son como el día y la noche, y quizá es por eso por lo que se llevan tan bien. Ambos se complementan. Cuando habían pasado unos días desde que se mudaron a la ciudad, ambos descubrieron el verdadero significado de su amistad.

Cuando Sergio salió de su habitación en calzoncillos, Rubén que estaba en el salón, vio que tenía un enorme bulto en el calzoncillo. No se podía creer que fuera el pene de su amigo, porque era demasiado grande. Así que se rió y le dijo:
- ¡Tronco! ¡¿Qué coño llevas hay metido?! No hace falta que me impresiones, eso resérvalo para las tías.
Sergio le miro extrañado, se miro el paquete y contestó:
- ¿Pero que dices? Si no llevo nada. ¿A qué te refieres?
- ¡Ya claro! ¿Te crees que soy gilipollas? ¿Qué te has metido en los calzoncillos? Qué parece que se te van a reventar.
Sergio se rió y le dijo:
- ¿Pues que voy a llevar? Pues mi pene, nada más, es solo que estos calzoncillos ya me quedan un poco pequeños.
- ¡No me jodas! ¿Es en serio? ¿No llevas nada? ¡No me lo creo! ¡Quitatelos!
Sergio enrojecido y dijo:
- ¡¿Qué?! ¡No! ¡Qué vergüenza!
- ¿Vergüenza por qué? Si somos colegas, no tienes porque tener vergüenza por mi. Si te sientes más a gusto me los quito yo también.
- ¿En serio?
- Claro, y así comparamos las pollas. A ver quien la tiene más grande o más peluda.
- Vale, pero lo hacemos a la vez.
- Echo.
Y ambos comenzaron a bajarse los calzoncillos delante del otro. Cuando Rubén vio que su amigo tenía una polla descomunal, se quedo a cuadros, enrojeció y se sintió avergonzado de su pene, del que siempre había estado orgulloso.
- ¡Joder, me cago en la puta! ¡Es enorme!
- ¿Tu crees?
- Joder que sí. Tronco, no sabía que la tuvieras tan grande, que calladito te lo tenías, ¿eh?
- Bueno, no se, para mi es normal, yo no la veía tan grande, y como es la primera vez que me la ven pues nunca me habían dicho nada.
- Vaya, pues no sabes lo que se están perdiendo las tías, si supieran que la tienes así, estarían detrás de ti todo el rato. Oye, ¿te apetece que nos hagamos unas pajas, ya que estamos en pelotas?
- Ah, bueno, pues vale. Además, hace mucho que no me hago una.
- Genial, pues así descargas los huevos, que ya te deben de pesar. Espera aquí, que voy a por el portátil y a por un bote de lubricante.
Cuando volvió puso en su portátil una peli de porno hetero, y ambos comenzaron a manosear sus penes con las manos llenas de lubricante. Mientras un hombre hipermusculado metía y sacaba su pene descontroladamente de la vagina de una chica, que gemía como si su vida dependiera de ello, Rubén, que no podía apartar la vista de la tremenda polla de su amigo, dijo:
- ¿Alguna vez te han hecho una paja?
A lo que Sergio contesto:
- No, nunca. Ya te he dicho que es la primera vez que me ve alguien que no sea mi familia desnudo.
- Ya, y ¿te gustaría probar?
- Pues no se, sí, supongo que sí. Pero el problema es encontrar a quien me la haga.
- Y... ¿qué te parece que te la haga yo?
Sergio enrojeció y miró a su amigo extrañado, después esbozo una sonrisa y dijo:
- Jajaja, que gracioso eres.
Pero Rubén no parecía estar de broma, seguía bastante serio.
- No es una broma Sergio, te lo estoy diciendo en serio. Me gustaría hacerte una paja y que tu me la hicieras a mí. Me pone pensar que seas tú quien me pajee.
- ¡¿Qué?! Pero, ¿por qué? Pero si tu eres hetero, a ti te gustan las tías, ¿por qué te pone eso?- Dijo Sergio que no daba crédito a lo que estaba escuchando.
- Sí, bueno, me gustan las pibas, pero también me pones tú. No se porque, pero me pasa desde hace varios años, y ahora que te veo desnudo, mis deseos ya son irrefrenables.
- Vaya, pues no me había dado cuenta. Pero es que a mi me gustan las chicas, y no me ponen los tíos.
- Pero puedes probar, y a lo mejor te gusta. Podemos empezar con algo ligero, como pajearnos mutuamente. ¿Te apetece?
Sergio se lo pensó un instante y contesto:
- Somos amigos íntimos desde hace años, y te tengo un gran aprecio. No diría que es amor, pero tampoco es simplemente una amistad, de eso sí me he dado cuenta. No tengo miedo a que me gustes, y como se dice: “Hay que probar de todo en esta vida”, con lo que no me importa que nos pajeemos mutuamente. Creo que será una buena forma de que tenga claros mis sentimientos hacía ti.
- Genial, creí que me iba a quedar con la ganas de sobarte el rabo jaja. - Dijo Ruben con una amplia sonrisa.
- Pues toda para ti. - Le contesto Sergio, echándose hacía atrás y ofreciéndole su enorme pene a su mejor amigo.


Rubén no tardó ni dos segundos en agarrar el rabo de su amigo, al que comenzó a masturbar lentamente. No estaba acostumbrado a agarrar un pene de tales dimensiones, con lo que le costó un poco hacerse con él. Sergio lo estaba disfrutando, se le notaba, era la primera vez que otra persona le masturbaba y eso le gustaba mucho, tanto, que olvido por completo que su amigo tenía un pene entre las piernas que también quería disfrutar con su mano. Rubén se lo recordó a los pocos minutos, y Sergio, algo dubitativo, agarro la velluda polla de su amigo con los dedos. El hecho de estar tocando un pene que no era el suyo le resultaba raro, pero más raro era que fuera el de su mejor amigo desde la infancia. La acaricio con cuidado, y al rato, ya había crecido hasta convertirse en una buena herramienta sexual. Ambos masturbaban al otro como mejor sabían hacerlo, aunque se notaba que el que mejor lo hacía era Rubén, porqué lo hacía con más ganas. Al rato, Rubén paró, y dijo:
- ¡Tronco, me encanta tu polla! Es enorme, gorda y larga, y me encantan tus huevos, son muy grandes. Podrías ser actor porno, si quisieras.
- Jajaja, gracias, es halagador que alaben tu polla jaja, te sube la autoestima.
- ¿Te apetece que demos un paso más y pasemos a las mamadas? Porque estoy deseando comértela, la verdad.
- Ah, pues.... Sí, la verdad, es que yo también lo estoy deseando.


Rubén sonrió y se lanzó a la polla de su amigo con la boca abierta. Comenzó lamiendosela de lado, pasando su lengua de arriba a abajo por todo el pene de su amigo. Al rato se lanzó al glande, que como el resto del pene era de un tamaño considerable. Aunque Rubén intentó metersela entera en la boca, le resultó completamente imposible. Cuando llegaba por la mitad, le entraban arcadas y no conseguía pasar de ese punto, por lo que se centro en chuparla de lado, lo cual Sergio agradeció, porque no le gustaba mucho ver a su amigo teniendo arcadas mientras le chupaba la polla. Al cabo de un rato, Sergio comenzó a sentir que algo le subía por el pene, y gritó:
- ¡Me vengo, me vengo!
Rubén, se dio prisa y se metió el glande de su amigo en la boca, esperando tragarse toda la lefa que saliera. En cuanto se lo metió, un chorro espeso de líquido blanco salió disparado hacía su garganta con bastante fuerza, provocando que Rubén retrocediera un poco, aunque aguanto y se tragó todos los chorros que expulsaba su amigo. Cuando Sergio terminó, Rubén se incorporó con la boca llena de lefa, y miró a su amigo. Este entendió su mirada al instante, y miro hacía arriba con la boca abierta. Rubén dejó caer sobre la boca abierta de su amigo la lefa que se estaba guardando en la boca. Sergio se la tragó toda, junto con la saliva de su amigo. No era la primera vez que Sergio se tragaba su propia lefa, y Rubén lo sabía, por eso le dio de probar. Ambos habían hablado varias veces sobre los sabores del semen, y ambos habían confesado haberlo probado.
Rubén se sentó en el sofá y dijo a su amigo:
- Bueno, ¿qué te ha parecido, Sergio? ¿Te ha gustado?
Sergio que se encontraba exhausto contestó:
- No me ha gustado, me ha encantado. Nunca había disfrutado tanto. Y qué sepas, que esta vez mi lefa estaba mucho más rica que las otras veces que la había probado.
- Jajaja, ese es el toque que yo le doy.- Dijo riendo Rubén. -Oye, Sergio, ¿te apetece mamármela?
Sergio se quedo pensativo y dijo:
- Pues... creo que aún no estoy preparado. Necesito pensar en todo lo de hoy.
Rubén, algo decepcionado, contestó:
- Claro, lo entiendo. Es normal. Puedes tomarte el tiempo que necesites, y cuando quieras, aquí me tendrás.
- Gracias, Rubén. - Dijo Sergio dirigiéndose al baño a limpiarse.

- De nada, Sergio. Te quiero. - Le contesto Rubén, aunque su amigo ya no podía escucharle.

Continuará...